30 sep


¿Será que soy daltónica y por eso la vida rosa siempre se ve gris?

¿Por qué si es tan ligero me pesa tanto viajar en tren?

¿De dónde viene la palabra Guanábana?
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La verde es eso y más- Christian Mendoza


¡Odio el futbol! Jamás he sentido siquiera el más mínimo respeto por el deporte del balón pie ni por sus millones de fanáticos. Al final me parecen tan peligrosos cómo los cristianos o cualquier otro que pertenezca a una religión evangelizadora, y no deje de hablar de los “secuaces del maligno” y las “armas del enemigo”.

Odio que la vida común se detenga durante más de dos horas únicamente por que la nunca bien ponderada Selección Nacional se enfrenta con alguna otra, que casi siempre resulta mejor.
Odio que hablen de pasión, de religión, de orgullo, de ser uno con la verde o del espectáculo del futbol. A mí que me perdonen pero yo jamás he visto luces de colores ni escenarios, ni demostraciones virtuosas de ningún tipo. A lo mucho, pues he visto 22 hombrecillos, bastante feos y nada atléticos, por cierto, detrás de una pelota.

Sin embargo, creo que nunca me había retorcido tanto por “la pasión futbolera” cómo sucedió el mes pasado; no cometiendo injurio alguno contra la sociedad me encontraba civilmente sentado dentro de Banamex mientras esperaba mi turno, en una concentración de gente bastante inusual, y escuché un par de coplas con un ritmo que me resultaba familiar: “Tára ra; tára ra; tá ra tá ra. Tara r a ra ra ra”.
Sonido al que de pronto se le sumaron un par de oraciones inconexas: “Eres por tu forma de ser conmigo lo que más quiero. Eso y más tára ra; tá ra tá ra; para andar entregándonos sin temores lo que tenemos tára ra”.
Y entonces supe que el cantico promovido por Banamex a propósito de “la verde” una tarjeta de crédito para los aficionados al tricolor que les ofrece, entre otras cosas la oportunidad de viajar al próximo mundial pre-ventas exclusivas para partidos, convivencias firmas de autógrafos y demás cursilerías; había tomado como base una canción setentera y jotísima que Eunice (antes Eu, antes, antes Eunicienta) utiliza como paliativo en nuestras largas jornadas de trabajos escolares.

¡Qué va! Otra joya maestra de la publicidad mexicana.S
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Qué vida tan envidiable la de las vacas.


Qué vida tan envidiable la de las vacas. En el olvido del campo pasan las horas aferradas a la hierba recién nacida, al cielo que les camina por encima. Las envidio tanto. Al borde del verde, en cuatro patas bien fijas al suelo, olvidan que afuera el hombre se traga al hombre, que el tiempo acecha a los cuerdos. Rechonchas, con la mirada evaporada, pasan sus días esperando ponerse de buen humor para dar leche. Vuelven su marcha a casa cuando se aprietan las horas, incienso del día. En la granja el hombre entonces las mira, sonríe como si fuera su hija la que regresa, las apapacha, y de vuelta a la soledad impuesta por los valles. En grupos, a paso lento, recorren las parcelas de luz, los principios invisibles de la vida. Tal vez si fuera vaca, pero sólo tal vez, entendería que comerme las horas no hace daño, que caminar sirve para olvidarse de que uno es hombre, que a los sueños hay que volverlos leche, y esperar sonrisas.
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